Lejos de perpetuar el mito de la animación japonesa como estandarte de la violencia o el belicismo, Studio Ghibli se reencuentra con el cine familiar garante de toda la tradición cultural japonesa. 'Mi vecino Totoro' o 'La Princesa Mononoke', ambas pertenecientes a estos estudios, no solo son consideradas algunas de mejores películas de animación de la historia, además, concilian el mejor cine de fantasía con el respeto por la naturaleza.
Studio Ghibli es fundado en 1985 por dos dibujantes de larga tradición. Por un lado, Hayao Miyazaki (quien se convertirá en el buque insignia de los estudios) y, por otro, Isao Takahata, creador de la popular serie infantil 'Heidi'. Viendo los orígenes de estos ilustradores no será de extrañar que la línea creativa de los recién inaugurados estudios pasaran por un cine no bélico y más costumbrista.
Miyazaki en una ilustración rodeado de sus personajes más famosos. |
En estos casi treinta años de trabajo, Ghibli ha exportado un nuevo tipo de cine japonés animado bien lejos de los valores que tradicionalmente nos ha transmitido el 'anime' japonés. El cine animado de Ghibli se sitúa frente al anime (la representación audiovisual de las historias de los comics manga) donde en numerosas producciones se plasman historias de violencia, venganza o de alto contenido sexual. Ghibli nace con un planteamiento totalmente diferente. Las historias bélicas se narran desde el hogar o desde nuestra conexión con la naturaleza. Incluso los rasgos físicos son diferentes. En el anime se deforma el cuerpo para obtener efectos más espectaculares (ojos ampliados, los personajes femeninos presentan un pecho desproporcionado, alturas y tamaños de los personajes imposibles...) En cambio, los protagonistas de las historias de esta nueva animación japonesa mantienen unos rasgos físicos más cercanos a la realidad.
Chihiro, de 'El viaje de Chihiro', una niña con ansias de aventura. |
Escena costumbrista de 'Desde la colina de las amapolas', perteneciente a los estudios. |
El mérito de Studios Ghibli no se limita al retrato que hace de la vida y artes de la sociedad japonesa, sino que además ha sido capaz de exportar esa imagen al resto del mundo. 'El viaje de Chihiro' conseguía por primera vez en la historia dar a Japón el premio a la Mejor Película de Animación en los Oscars 2003. Categoría a la que también fue nominada 'El castillo ambulante' algunos años después. También en Europa tuvo su reconocimiento la historia de la pequeña Chihiro, obteniendo el Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín.
En definitiva,gracias a producciones como éstas, el 'lejano oriente' ya no nos parece tan lejano. Se nos presenta más humanizado e íntimo. Se abren las puertas de la reglada y pautada sociedad japonesa, aunque aderezada con la suficiente magia e ilusión que tiene, como es de esperar, un cine pensado para el disfrute de los más pequeños. Pero, la nueva animación japonesa es, por encima de todo, un puente entre culturas donde los más pequeños aprenden cómo es el mundo al otro lado de nuestras fronteras.
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